martes, 25 de febrero de 2020

LA PRINCESA PROMETIDA: ALIMENTANDO A NUESTRO NIÑO INTERIOR


Bienvenidos un día más a mi guarida y de nuevo muchas gracias por dedicar un breve pedacito de vuestro tiempo para leerme. Hoy vengo a abordar la novela que correspondía al mes de Diciembre del reto “12 Meses de Lectura”. En este caso debía escoger una obra que hubiera sido adaptada al cine, lo cual me daba un amplio abanico de posibilidades. Sin embargo, “La Princesa Prometida” llevaba ya un tiempo rondando por casa y me he servido un poco como excusa para poder disfrutarlo, de lo que admito no arrepentirme en absoluto.






Presupongo que muchos de los que leen este blog habrán disfrutado en su infancia, al igual que yo, de las aventuras y desventuras de la princesa Buttercup y el Pirata Roberts. Y si no es así, considero un deber moral para con vuestro niño interior el visionar esta cinta. Porque “La Princesa Prometida” no deja de ser eso, una historia plagada de aventuras y humor que consigue llegar al espectador a través de sus personajes maravillosos.


Pero dejemos la película para otra ocasión. El libro “La Princesa Prometida” de W. Goldman, que sería después responsable también de su adaptación al cine (una idea fantástica y necesaria que debería ser una costumbre más que una curiosidad) no es, ni mucho menos, un libro pensado para niños, aunque sí creo que a partir de cierta edad podría ser recomendable. Porque a mi parecer hay dos interpretaciones de esta historia: una novela de aventuras, audaz y entretenida, que te mantendrá pegado a las páginas en todo momento; pero también está llena de un humor cínico, adulto, que hará que dejes escapar una carcajada en el momento más inoportuno. 





Desde un primer momento, al arrancar con el libro, temí que la alta calidad que estaba encontrando terminase por estropear una película que para mí es muy querida: nada más lejos de la realidad, si bien es evidente que la cinta final tiene varias diferencias con la obra, lo que achaco más a las dificultades de efectos especiales y presupuesto de la época que a la escasa fidelidad para con la novela, ya que muchas veces los diálogos están transcritos palabra por palabra (Y no podéis imaginar el placer que da leer esas palabras que tan épicas nos han sonado cuando éramos pequeños y que todavía, a día de hoy, se te pongan los pelos de punta.) 


En la novela nos encontramos con un padre contrariado, que no puede hacer que su hijo se maraville, como hizo él a su edad, con la historia de “La Princesa Prometida”. Incapaz de comprender el motivo, se decide a leer él mismo el libro, y se da cuenta entonces de que su padre a su vez le había leído únicamente las partes más interesantes, de modo que para hacer justicia a su recuerdo ha decidido regalarnos una versión acotada de lo que él considera realmente importante, llena de anotaciones y aclaraciones que harán las delicias de los más mayores por su sátira constante.
Con unos personajes bien construidos a partir de los clichés que todos conocemos, reinventándolos y dotándolos de una personalidad arrolladora y un carácter excepcional, Goldman consigue atraparnos en lo que parece una trama sencilla, que poco a poco se va enrevesando. Además nos permite ahondar en el trasfondo de sus personajes, añadiendo pequeñas anécdotas que, si bien son insinuadas en la película, quedan desarrolladas por completo en la novela.




Si no ha sido mi libro favorito de 2019, “La Princesa Prometida” ha estado muy cerca. Ha sido un amor intenso, trascendental y poderoso, como el de Buttercup y Westley, de esas historias que te dejan pensando en ella muchos meses después de terminarlas. Tal vez la nostalgia haya tenido algo de peso en el resultado final, pero yo no soy crítica literaria sino lectora y para mí es muy importante el valor emocional que tiene un libro, que en este caso no ha sido poco. No quiero entrar más en detalles porque me parecería terrible estropear la lectura a alguien que verdaderamente le interese, pero compartiré gustosa un café con cualquiera al que le apetezca comentar lo que le ha parecido. 


Lamento profundamente haber pospuesto esta lectura tanto tiempo, aunque por otra parte pienso que no había podido elegir un momento mejor. No puedo más que recomendarlo, agradecer a Goldman la fantástica historia que nos regaló en su momento y hacerme un bol de palomitas para volver a dejarme enredar en las aventuras de Íñigo Montoya, Fezzik, Westley y Buttercup.

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